«Franquicia de recursos limitados» de Monika Grygier. Manolo Messia. 2012.
El mundo plástico-visual se ha ido constituyendo tanto por la inercia de su propia historia como por los descubrimientos que los hombres y sus conocimientos le han ido aportando. Tanto es por el desgranarse del arte a través de los tiempos, desde su praxis y la información que su estudio nos vierte, como las intuiciones y pasiones que desatan reglas y abren puertas y ventanas a las nuevas maneras de practicarlo, verlo y estudiarlo.
La preocupación por la relación entre arte y naturaleza no es nueva ya hace mucho que tomó plaza y ha dado resultados de muy diverso signo. Una parte de esa relación yo la identifico con la que se ocupa de lo que no es naturaleza en sí sino que se refiere a la reutilización de los materiales que la industria humana ha creado, con mayor o menor acierto y que a veces los encontramos acumulados por toneladas como resultado directo del lado más perverso del progreso.
Estoy contento de ver como en la vieja Europa alguien no ha perdido el sentido dinámico de las cosas. Cómo todo tipo de materiales sirvieron siempre para hacer juguetes, cacharros domésticos o delicadas piezas para un invento efímero que casi nunca funcionará, como vemos en las sociedades mas pobres. Ellos no tienen necesidad de pensar la naturaleza, son naturaleza y actúan en consecuencia.
Una bolsa roja es una bolsa roja, para alguno podrá ser otra bolsa roja que sirve para llevar una botella de vino a una fiesta. Pero una bolsa roja es mucho más, es un manto románico, es un cielo de Gaugin, es una línea que juega tras el cuchillo de Miró, es la panza de un bisonte de Altamira, es el color de Dios en Van Eyck, es la flor imaginada que derrocha olor a caramelos y dolor de mujer, es la briosa pincelada del mejor Monet, es el San Juan de Rubens, las mujeres de Matisse o la violencia social en Rebeyrolle o Millares. Es al fin color: en español decimos colorado por decir coloreado, que tiene color.
Monika Grygier recupera el color del material proscrito, y lo devuelve al calor, no tanto como en la fragua de Vulcano, para modelarlo y convertirlo en la dúctil materia pictórica, la que va a saber hacernos olvidar el pobre origen, su pasado prosaico, para llevarnos a un mundo donde la pintura no está pintada, sino fundida, tensada, hilada, trenzada, soldada. Soñada.
El desarrollo de su último trabajo, que encuentra un sólido sustento en el tesón con el que se aplica a la clasificación de estos materiales, tono a tono, para obtener un impresionante elenco, herramienta clave para acceder al resultado requerido, nos sorprende aún más sabiendo que las obras más conocidas de esta artista han vivido una contención cromática para enriquecerse de sutilezas. Si se ha alejado de su anterior obra, refinada, sencilla, directa, poderosa, lo hace sin perder los adjetivos.
«Al mal tiempo buena cara» canta el dicho popular, y si alguien sabe vivir en la crisis permanente son los artistas, asunto obvio, pero que hace poner a funcionar a pleno rendimiento los limitados recursos. El ladrón de las viñetas decía aquello de «la bolsa o la vida»; Monika desnuda la vida con la bolsa real, con el detritus de la sociedad opulenta trasmutada en paleta, invierte el ciclo y trae a la vida al abyecto cadáver, embalsamado por las manos expertas, trasmutado en verbo pictórico, para inundar su obra de gozo con el color enajenado del imperio.
Monika Grygier y la indeterminación del espacio por Francisco Arroyo Ceballos.
Al hablar de la autora polaca Mónika Grygier tenemos que hablar irremediablemente de abstracción y constructivismo por cuanto el desarrollo de elementos o formas no objetivas creadas conforman un espacio desestructurado a la par que inconcluso definido por la materia inorgánica, la cual intenta reproducir en su pintura. La similitud con lo arquitectónico, con lo meramente urbano es bien patente. La simulación de un contexto metropolitano regido por el quehacer diario establece el conjunto compositivo en el cual lo asimilado se transforma en concepto abstracto y en indeterminación formal, lo que conlleva una representación a vista de pájaro, una sensación de plano que no hace por más que reflejar el sentimiento acaecido en un instante concreto. Dicha indeterminación viene regida por la reafirmación de un todo compacto que goza de cierto movimiento en alguna de las piezas en las cuales se comienza a desarrollar el sentido de curvatura para mayor aseveración de dicho desplazamiento.El espectador intenta esmerarse en la búsqueda de un centro representativo que le ayude a tomar para sí el concepto, que ensamble en su mente las múltiples piezas de puzzle que conforman el desarrollo plástico para así confeccionar una totalidad, una base explicativa de lo que la autora pretende transmitir. Lo alegórico no hay duda de que se asienta de manera principal en el trabajo, que domina el entorno acaparando formaciones de difícil estructuración con el fin ultimo de crear un “todo”, de hacer que lo “más” y lo “menos” sean imprescindibles en un contexto cuyo fondo viene marcado mas por la tonalidad que por el tamaño, en el que dicho tratamiento del color incide como característica básica en la promulgación de elementos susceptibles de ser destacados. El binomio forma/tonalidad marcan el ritmo a seguir delimitando la idea y , sobre todo, diferenciando unas series de otras dentro del trabajo de la autora polaca.Destacar la elegancia y seriedad plástica de la obra desarrollada y su presentación sin variantes o añadiduras que desvirtuasen la misma.
MONIKA GRYGIER, por Eugenio Mateo.
Conocí a Monika en Beart, la feria de arte en Monzón que nuestro amigo Gorgonio Sanjuan lleva gestionando con un empeño que pocos se atreverían a imitar. Estaba muy cercana al stand donde Arrudí y yo exponíamos, yo de satélite y él de artista comprometido. La primera impresión al ver su obra fué la de sorpresa y la segunda, no poder evitar lanzar continuas miradas que se estrellaban en sus telas, como haciéndome buscar las referencias que sus cuadros escondían. Recuerdo que le dije,una vez habíamos roto el fuego de la comunicación personal,que me parecía distinguir calles y tejados,ciudades planas a vista de pájaro. Monika se rió – claro , es lo que son – y añadió que los arbolitos también estaban. De verdad no había leido nada sobre sus trabajos pero que un pintor pueda hacerme descubrir su mundo sin preguntarle es para mí definitivo para valorarle. Luego he seguido su carrera y va derecha como una moto hacia el triunfo.
NUEVOS DESCUBRIMIENTOS DEL SIGLO, por Julian Busto Valles.
Arte es libertad. Newton nos dijo que el color no existe. Lo verdadero y fundamental es que el color está en la luz o mejor aun la luz es el color. La teoría tricomática nos habla básicamente que la luz blanca está formada por tres colores, rojo intenso, verde y azul violeta, colores estos que corresponden a ondas de distintas frecuencias. Podemos igualmente hablar de belleza y recaer así en la base esceptisista de la duda, determinando así que la belleza reside en el ojo del observador. Pero teorías y fundamentos no se inscriben en la inmovilidad, trascienden, cambian y varían en su desarrollo conceptual con el cambio de ambiente, época. Y si bien nuestro presente está inundado de todo nuestro pasado, podemos decir que los cambios son asimilables. Hablaremos entonces de la ciencia? Pues no, el arte es lo que nos ocupa, también este es susceptible de transformaciones, quizá mas que otra disciplina el arte cambia, se desdice, se contradice y muere para nacer con nuevas infulas.la nueva teoría se ha descubierto que no son tres los colores básicos, mejor dicho se contempla hoy que hay un nuevo color que define pigmentación y formas y que se agrega como un nuevo y cuarto designio. Amarillo, azul y rojo reciben la nueva compañía del cuarto y básico color que define las formas, ahora se agrega el Grygier como base para poder mezclar cualquier intención de diversidad. Pero hemos de darle una voz más contundente, más habitual, lo llamaremos Monika que deriva del griego monos, base que dio lugar a las palabras monarquía, monasterio, monologo. Sin embargo etimológicamente Monika es: aquella que disfruta en solitario. El nuevo descubrimiento no define textura, es como hemos dicho, la libre interpretación asimilada en la duda, donde no hay una verdad objetiva, se depende del sujeto, nunca del objeto.
Inspired Collision of Right Angles por la revista ArtisSpectrum. New York.
Monika Grygier’s works reveal a dual commitment to capturing the vigor of the modern urban cityscape as well as the human soul transfixed within that phantasmagoric moment. Like a jazz composition, her arrangements work through the inspired disarray of the individual components. These pieces all fit together and express a unified view due to their disjointed energy. Her works tumble and spill about on the canvas, where a vortex summons our focus.
Her work often echoes the straight lines and right angles of the canvas itself, but in her visual reverberation she is summoning the power that is within those restrictions, as straight lines and corners infringe on and are infringed upon by blank space. The weight of the space between her floating, colliding objects gives her work a dynamic force.
Monika has said that in her work she is answering the artist’s highest challenge of capturing the soul on canvas. In making the leap of faith and finding the universal in our chaotic urban arrangements, Monika has been able to convey the order not only of our world, but of the human spirit as it perceives the universe. If art is a mirror, Monika Grygier has taken the risk and created a divine reflection to reveal the human heart within the world.
PAISAJES DEL TIEMPO QUE HUYE, Jaume Fàbrega.
En otro texto que escribí sobre Monika me preguntaba si se podía pintar el alma y si el tiempo se podía reproducir en la tela. Y contestaba que la pintora con sus caligrafías urbanas y sus planimetrías del espacio ocupado y construido reflejaban el tiempo y el espacio y los perímetros de las ciudades del alma. Construcciones mentales de espacios físicos.
Pues bien, Monika ha dado un paso más- también en las técnicas, ya que incorpora objetos, formatos insólitos, y modula de una forma diferenciada su sólida poesía del paisaje urbano y suburbial. Mantiene su hálito poético y constructivo, que no es realista o descriptivo, para darnos unas imágenes llenas de resonancias, de sonidos, de olores y de complejas sensaciones sinestésicas…
Yo diría que los cinco sentidos ahora fluyen mucho más libremente, y las telas de estructuran con nuevas modalidades. Así, un cierto horror vacui del pasado deja paso a una construcción del paisaje que admite los vacíos, y los llena de sentido y de pregnancia imaginativa. Se renuevan y amplían las gamas cromáticas- ocres, marrones, grises, negros… y, de forma muy manifiesta aparece lo aleatorio, la irrupción de una cierta poética de lo (aparentemente) imprevisto a través de los drippings y otros elementes que sobrepasan la rigidez de la construcción. Creo que más que nunca Monika Grygier ha ahondado en una camino personal- ha andado al andar, como diría el poeta- que llena de construcciones y emociones sus telas, que nos hablan de ciudades y paisajes, de ciudades del alma y paisajes del espíritu y, quizá de construcciones reales… reales en la tela, que, como todo arte contemporáneo exigente, como toda pintura que lo sea de verdad, vive por ella misma, más allá de lo que pueda representar o dejar de representar.
Remendando una famosa frase, podríamos decir- aquí no busquen objetos reales…!es la composición…!…y ahora pongan el exabrupto que les apetezca. Y recordando otra frase histórica de los montenegrinos en su proceso de independencia, aquí no hablamos de historia, sino de ¡“Composición, composición”!.
Composición, geometrías del alma, yuxtaposiciones, entramados, fusiones, objetos añadidos, drippings, lo geométrico y lo gestual, lo concreto y lo poético, lo lleno y lo vacío, lo planificado y lo sensual: dejémonos seducir. Esto es pintura, señores-¡ y de la buena!..Un regalo para los ojos del espíritu y para los ojos golosamente físicos.
PAISAJES URBANOS Y TIEMPOS DEL ALMA. por Jaume Fàbrega.
Se puede pintar el alma? Se puede reflejar el tiempo sobre la tela? Se puede captar el aire, o la oculta caligrafía de la ciudad o del suburbio? Todo esto, y más, lo hace la Monika Grygier en su obra. Caligrafías de lo urbano, planimetrías de aquello construido, perímetros de un espacio quizás real, quizás imaginado, la hora y el tiempo preciso o dudoso en un rincón de la ciudad. Al mismo tiempo paisajes urbanos y paraurbanos y tiempos del alma. Y, porque no, una sólida poesía del paisaje urbano.
Porque , por encima de todo, no son meras descripciones de un entramado de calles, callejones y plazas más o menos inextricables, de líneas rectas que definen unos límites urbanos vistos a vuelo de pájaro, de unas horas y vientos de calima, madrugada o atardecer- sugeridos por los títulos -y la luz, apaciguada o más explosiva, sino una construcción muy sutil. Dentro la cual los edificios, o cualquier emergencia urbana, está dentro del contexto de aquello sugerido, del pensamiento, de la pura plástica.
Porque, al fin y al cabo, lo que Monika Grygier nos propone es uno de los bienes más preciados de las coordenadas más marcadas del que entendemos por arte contemporáneo: más allá de cualquier anécdota realista o hasta figurativa, la tela vive por ella misma: es composición. De esta manera, cada espacio urbano o no urbano sugerido es, sobretodo, una ocupación plausible y hasta perfecta del espacio del cuadro-. Y cada color, local o general, es fruto de un paciente y excelente juego de yuxtaposiciones, fusiones, armonías y asociaciones cromáticas válidas por ellas mismas.
La tela- sean o no ciudades, campos, horas o tiempos las cosas a qué alude vive, precisamente, por ella misma. No nos deja indiferentes: no nos han golpeado solamente unos datos físicos, sino también unas emociones profundas , unos cosquilleos del alma que nos conmueven y nos agitan.
Monika Grygier por Art-mine.com. New York.
Manipulating planes and spaces to represent urbanism, space and human activity, Polish painter Monika Grygier sets her acrylic works at specific places and times. Her urban vision recalls Piet Mondrian’s «Broadway Boogie Woogie», although where that work unambiguously saw street activity from the night sky, Grygier adopts multiple perspectives. In certain works we seem to watch a frenzied bluish rush of commuting cars as if from a traffic helicopter, in others we look up the grayed sides of buildings from street-level, or see pedestrians filtering down sidewalks splashed with early morning’s orange sunlight.
Regardless of the perspective she adopts, Grygier is able to imbue even works with cold grey and brown palettes with a sense of bustling activity and wonder that speaks to an irrepressible cosmopolitanism. Here, life and street life are one and the same. Certain brushstrokes confidently trace a thick, bold strut, some form a self-conscious trickle and others move in scrawled starts and fits as though distracted by the immensity of forces around them.